Todos tenemos un punto de ruptura. Es esa línea invisible que marca el límite de lo que podemos soportar física, emocional o mentalmente. A veces lo descubrimos cuando nos enfrentamos a situaciones extremas, cuando el estrés, la tristeza o la presión se acumulan más allá de lo que pensábamos posible.
Reconocer que tenemos un punto de ruptura no es una debilidad; al contrario, es un acto de conciencia. Nos permite buscar ayuda, poner límites y tomar decisiones que protejan nuestra salud y bienestar.
Pensar en quienes hemos perdido es una forma silenciosa de seguir amándolos. El duelo no se va, sólo cambia de forma. A veces se vuelve susurro, otras, un eco fuerte que vuelve sin aviso. No es debilidad: es el precio de haber querido de verdad.
CONÓCETE A TI MISMO... Y TEMBLARÁS. EL HOMBRE QUE LUCHA CON MONSTRUOS DEBE TENER CUIDADO DE NO CONVERTIRSE ÉL MISMO EN UN MOSTRUO.
Los siete pecados capitales: la ira, la envidia, la lujuria, la soberbia, la avaricia, la gula y la pereza, no son sólo fallos morales individuales, sino expresiones universales de nuestra fragilidad. Están en todos, latentes, esperando circunstancias que los despierten.
Decir que todos somos capaces de lo peor no es pesimismo, sino una forma de humildad: reconocer nuestra oscuridad es el primer paso para evitar que tome el control. Negarla, en cambio, nos vuelve más vulnerables a ella.
Mirarse en las sombras, en las partes rotas, contradictorias, oscuras, no es un acto de debilidad, sino de coraje. La sinceridad con uno mismo no siempre es bonita, pero es el único camino hacia una autenticidad real.
Mírate sin temblar. Puedes mentirle al mundo. Puedes ponerte mil máscaras y actuar con precisión quirúrgica para agradar. Pero en la soledad de tu conciencia, no hay lugar donde esconderte.
La voz que vive dentro, aunque a veces callada, siempre sabe. Sabe cuándo estás huyendo. Sabe cuándo eliges el deseo antes que la verdad. Sabe cuándo dejas de ser tú para convertirte en lo que los otros esperan.
Mirarte en tus sombras no es destruirte. Es reconocerte, es decir: ESTO TAMBIÉN SOY YO. Y no por eso valgo menos. Ser sincero contigo mismo no es buscar perfección, sino aprender a cargar tu verdad sin vergüenza.
Porque sólo quien se atreve a entrar en su oscuridad, es capaz de llevar verdadera luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario